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Una semana sin tregua en Gaza: “Estaba convencida de haber sobrevivido a esta guerra, pero podemos morir esta noche”

El hambre, los desplazamientos masivos y el miedo se abaten de nuevo sobre la Franja, donde los habitantes pierden la esperanza ante la virulencia de los bombardeos, que han causado ya más de 600 muertos en siete días

La hermana del periodista asesinado Mohamed Mansour sostenía su mano, el sábado en Gaza.
Beatriz Lecumberri

Hace una semana que la endeble tregua saltó por los aires en Gaza y desde entonces, el hambre, el frío y el miedo han vuelto a formar parte de la vida de Rozan Hassan, su marido y sus dos hijos, de ocho y seis años. “Estaba convencida de haber sobrevivido a esta guerra, pero resulta que no, que podemos morir esta noche”, cuenta por teléfono y con tono angustiado esta maestra de 40 años desde Ciudad de Gaza, adonde llegó hace tres días huyendo de la zona de Yabalia, más al norte, tras recibir una orden de evacuación del ejército israelí.

“Por ahora estoy con familiares de mi marido en un apartamento. Los bombardeos se escuchan muy cerca. La noche pasada, a pocos metros, en el barrio de Al Zeitun. No sé si podremos quedarnos aquí. Nos fuimos prácticamente con lo puesto, no cogimos toda la ropa y tampoco la comida que habíamos logrado juntar desde que empezó la tregua. Y ahora, ya estamos pasando hambre de nuevo”, lamenta.

Después de 15 meses de guerra, Israel y el movimiento islamista palestino Hamás acordaron respetar una tregua el 19 de enero, pero a principios de marzo comenzó a resquebrajarse, Israel bloqueó la entrada de la ayuda humanitaria al territorio palestino y la noche del 17 al 18 de marzo se reanudaron los bombardeos. En una semana, han fallecido más de 600 personas, entre ellos al menos 200 niños, y la cifra total de muertos palestinos desde el inicio de la guerra supera los 50.000, según fuentes del ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás.

Sin opciones

“El fin del alto el fuego no me sorprendió. Todo esto es político. Hamás nunca ha sido ni será una verdadera amenaza para Israel, es solo la excusa para terminar con la causa palestina. Los gazatíes nos hemos quedado sin opciones, sin esperanza, sin futuro”, dice Ahmed, que prefiere no dar su nombre completo. Es trabajador humanitario, “aunque por encima de todo un ciudadano más” y habla con este periódico desde el campo de Al Bureij, en el centro del territorio, al que se mudó en febrero desde un área más al sur, en la que vivió en una tienda de campaña durante un año. “El fin de la tregua es decepcionante y tremendamente peligroso. Vivimos un momento imprevisible, después de haber sufrido 15 meses de bombardeos y la gente prefiere morir a seguir viviendo así”, agrega.

Todo esto es político. Hamás nunca ha sido ni será una verdadera amenaza para Israel, es solo la excusa para terminar con la causa palestina
Ahmed, trabajador humanitario

Israel exige a la milicia islamista que entregue a los 59 rehenes que aún tiene en su poder, sobre los 250 que capturó en los ataques perpetrados el 7 de octubre de 2023. Desde hace una semana, el ejército israelí ha reanudado sus operaciones terrestres en la Franja, ha ordenado la evacuación de diversas zonas y ha creado una zona tapón entre el norte y el sur, lo que limita los desplazamientos e impide que los habitantes crucen el territorio palestino.

Los palestinos con los que ha conversado EL PAÍS coinciden en la virulencia de los bombardeos israelíes de los últimos días y en la confusión que atenaza a muchos habitantes de la Franja, que no saben si pueden quedarse en los lugares en los que se han instalado o deben salir, pese a tener cada vez menos opciones de adónde ir.

“La gente está huyendo de sus casas de nuevo. Algunos recibieron órdenes de evacuación, otros no y están muy confundidos sobre qué hacer. No saben si deben irse o si se pueden quedar. Yo soy una de esas personas. No sé qué hacer. Hay una especie de parálisis, de depresión colectiva”, explica Ahmed.

Para Samir Zaqut, uno de los responsables de la ONG palestina Al Mezan, la reanudación de la guerra es la manera del primer ministro israelí, Benjamin “Netanyahu, para reafirmar su poder y mantener su Gobierno”.

“No hay un objetivo militar en todo esto”, recalca, desde el centro de la franja de Gaza. “La gente está aterrada. Pensaban haber dejado atrás el horror, pero otra vez deben desplazarse, buscar un lugar relativamente seguro, instalar una tienda de campaña... Es un desastre, porque en estos dos meses de tregua precaria, las personas habían empezado a reconstruirse, a recuperarse, aunque fuera entre las ruinas, y se estaba estableciendo una mínima rutina”, dice.

Zaqut explica que en la Franja vuelve a faltar la comida y el gas para cocinar. “La gente tiene que hacer fuego para poder comer, pero ni siquiera hay madera. Se ha usado todo, hasta los árboles de la calle. Esto es inhumano, nuestra vida ya no vale nada ni para Israel ni para la comunidad internacional. No entiendo cómo se puede tolerar lo que está ocurriendo en Gaza, todos los crímenes contra civiles inocentes”, denuncia.

La gente tiene que hacer fuego para poder comer, pero ni siquiera hay madera. Se ha usado todo, hasta los árboles de la calle. Esto es inhumano
Samir Zaqut, ONG palestina Al Mezan

La prensa israelí publicó el domingo que el Gobierno de Netanyahu aprobó, a instancias del ministro de Defensa, Israel Katz, el plan para crear un organismo que prepare, coordine y provea infraestructura para “la salida voluntaria” de los palestinos de Gaza a “terceros países”.

Guerra entre Israel y Gaza

Huir con lo puesto

Enas Al Tantish, de 18 años, regresó a Beit Lahia, en el norte, cuando entró en vigor el alto el fuego y después de haber pasado más de un año en el sur de la Franja. Su casa estaba en ruinas, pero sus padres y hermanos se instalaron cerca de la de un familiar que aún se sostenía en pie y comenzaron a limpiar y habilitar el lugar. Pero estaban demasiado cerca de la frontera con Israel, que se ve desde su casa, y hace cuatro días recibieron una orden de evacuación. La chica recuerda que las papeletas arrojadas desde el cielo por el ejército israelí llegaron justo antes del iftar, la comida del final del día que rompe el ayuno durante el mes de Ramadán.

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Lanzamiento israelí de octavillas en Gaza

“En la zona había un campo con mucha gente que había perdido su hogar, una escuela y un hospital, además de las casas en las que aún vivía gente, porque no estaban del todo destruidas. La gente huyó despavorida. Muchos ni se llevaron las tiendas de campaña. La mayoría no tiene coche, así que se marcharon a pie y sin rumbo”, recuerda.

“Mis padres nos dijeron que fuéramos hacia casa de mi abuela caminando. Ese día rompimos el ayuno comiendo algunos dátiles y bebiendo agua mientras intentábamos llegar hasta allá. Mi padre y mi madre se quedaron cargando nuestro coche con todo lo que pudieron. Pero el coche se paró debido al peso y mi tío tuvo que alquilar un burro para que cargara parte de las cosas y el vehículo pudiera arrancar de nuevo”, sigue relatando.

La familia no sabe ahora si podrá quedarse o deberá desplazarse aún más al sur. “Hay muchos bombardeos en la zona, sobre todo por la noche. La gente está muy asustada ante la idea de entrar de nuevo en meses de guerra”, agrega.

Desde el centro de la ciudad de Gaza, el sacerdote argentino Gabriel Romanelli, párroco de la minúscula comunidad católica de la Franja, explica que en la iglesia siguen refugiados unos 500 cristianos. Algunos se habían marchado a sus casas cuando llegó la tregua, después de haber permanecido en el templo durante los meses de la guerra, pero han regresado buscando protección, después de que Israel ordenara evacuaciones en la zona situada al norte de la ciudad.

“Muchos gazatíes deben desplazarse de nuevo y no tienen ni cómo transportar la comida que han logrado almacenar durante el alto el fuego, porque huyen con lo puesto, rápido y sin vehículos. Hay pocos coches y poco combustible. Nadie sabe lo que va a pasar. Ojalá se logre un acuerdo, un entendimiento. No es fácil, pero no es imposible”, confía.

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Sobre la firma

Beatriz Lecumberri
Periodista especializada en información internacional. Ha sido corresponsal en Jerusalén, Caracas, Río de Janeiro y París y ha trabajado en la agencia France-Presse (AFP). Es autora del libro 'La revolución sentimental', sobre Venezuela, y codirectora del documental 'Condenadas en Gaza'. Actualmente, trabaja en la sección Planeta Futuro de EL PAÍS.
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