El hallazgo de 60 momias en la tumba de Amenhotep Huy revela que fue más que un visir
Este misterioso alto cargo egipcio se enfrentó al faraón en defensa del dios Amón y fue venerado como un santo
Su tumba inacabada se convirtió en una necrópolis que estuvo activa durante 1.500 años

Eran pequeñas y aparecían continuamente en las excavaciones. Orejas de céramica o de madera, a veces pintadas, en ocasiones más toscas. ¿Qué hacían ante la entrada de la tumba de Amenhotep Huy?, se preguntaban los egiptólogos Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman cuando comenzaron sus excavaciones en Asasif (Luxor) en 2009. Ahora los directores del Proyecto Visir Amenhotep Huy ya saben que los tebanos dejaron esas 'orejas de petición' durante años porque el visir de Amenhotep III (o Amenofis III) fue más que un alto cargo de la corte de este faraón de la Dinastía XVIII.
«Su personalidad fue objeto de culto, como una especie de santo«, explica Martín. La tumba inacabada de este misterioso personaje fue considerada »un lugar sagrado desde el 1330 a.C. y fundamentalmente hacia el año 1000 a.C.«, añade. Los antiguos egipcios no solo peregrinaban hasta el mausoleo y rezaban ante esas orejas que depositaban ante su puerta para que el visir escuchara sus súplicas e intercediera por ellos ante Osiris, el dios de la resurrección. También quisieron enterrarse en el mismo recinto de la tumba del visir.
En la última campaña que finalizó el pasado 20 de diciembre, el equipo del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, formado por 26 especialistas españoles y 10 técnicos egipcios, ayudados por 10 obreros locales, ha sacado a la luz hasta 60 momias que acreditan que el lugar se convirtió en una importante necrópolis. Los cuerpos se hallaban en dos de las 11 tumbas que tenían localizadas -«todavía nos quedan nueve más por excavar», señalan-, que se comunicaban por el interior en una especie de gran madriguera, con diversas cámaras y un pozo de hasta siete metros de profundidad.

La mayoría de las momias son de mujeres y de niños de corta edad. «Tenemos que averiguar por qué hay tanta mujer y tanto niño, sobre todo tan pequeño», apunta Bedman. Tal vez, señala su compañero Martín, las tumbas fueron reutilizadas posteriormente porque «fue una necrópolis viva, que se utilizó a lo largo de 1.500 años».
Por su alto nivel de momificación, los investigadores creen que pertenecen a altos cargos del sacerdocio del dios Amón, como los enterramientos intactos que descubrieron en 2014 y 2015 de una cantora de Amón y un escriba de la mesa de ofrendas del templo de este dios en Karnak. Así lo indica también la calidad de los objetos y amuletos encontrados, como el cuchillo de plata que ahora se exhibe en el museo de Luxor, en una exposición temporal con más de 150 objetos de la tumba de Amenhotep Huy que debido al éxito cosechado se va a prolongar al menos un año más y es probable que de forma permanente. «Es la primera vez que ocurre con una misión española», destaca Bedman.
«Lo hemos puesto en la Historia»
«De este hombre no se sabía prácticamente nada y lo hemos puesto otra vez en la Historia», se enorgullecen los directores del proyecto del visir Amenhotep Huy. A medida que van juntando los 12.000 fragmentos de relieves e inscripciones que han hallado en su tumba, los investigadores van descubriendo la importancia de esta figura, que representó en la corte los intereses de los partidarios de Amón, en esos años convulsos en los que se implantó el nuevo culto al dios Atón. «Fue la cabeza de la oposición política a la revolución de Amarna«, explica Martín, convencido de que Amenhotep Huy, cuya última referencia data del año 35 del reinado de Amenhotep III, en plena explosión del nuevo movimiento atoniano, pagó cara su postura. »Fue perseguido y probablemente muerto o desaparecido«, relata el arqueólogo.
«Había dos poderes que se estaban enfrentando desde hacía largo tiempo, el clero de Amón contra la casa real egipcia y Amenhotep III rompe con esa situación política estableciendo una revolución contra el dios Amón y sus partidarios. No es una guerra civil, porque no tiene carácter bélico, pero sí un enfrentamiento civil, social, muy severo, que lleva a la persecución de unos al principio y de los otros tras el fin de la etapa de Akenatón», relata Martín. En su opinión, «fue una de las primeras revoluciones, si no la primera, que conocemos en la Historia de la Humanidad«.
En la tumba del visir, que Amenhotep Huy nunca llegó a ocupar y cuya construcción se paralizó por orden real, hay evidencias de que fue perseguido y de que se trató de borrar su memoria, destruyendo de forma metódica sus inscripciones y sus retratos.
Un templo con 30 columnas
Los investigadores están comprobando además que se trataba de una tumba «exagerada», que probablemente irritó al faraón por sus colosales dimensiones. La capilla de unos 400 metros cuadrados que está siendo reconstruida, con 30 columnas de 7 metros de altura, se está revelando «como un templo, comparable con el de Luxor por sus columnas, aunque éstas son más pequeñas evidentemente», sostienen.

En el puzle de los relieves que cubrían estas columnas, los arqueólogos españoles han descubierto en la última campaña a la mujer del visir. «Aún no hemos encontrado su nombre, pero seguramente aparecerá entre esos miles de fragmentos que nos quedan por colocar», dice Bedman.
También han hallado una parte de la fragmentada estatua sentada del visir, de cuarcita rosa, con una reveladora inscripción. «El texto muestra que no es una estatua de culto funerario, sino de culto casi divino, como de un santo», al que, según Martín, habría que añadir a ese selecto grupo de personajes prestigiosos, como Imhotep, Amenhotep hijo de Hapu o Petosiris, que también fueron venerados.
Los expertos manejan la hipótesis de que la tumba de Amenhotep Huy fue para los antiguos egipcios un lugar especial conectado con el mundo de Osiris. «Nos da la sensación de que la gente se quería enterrar allí porque lo consideraban un atajo al reino de Osiris».
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